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A prácticamente tres años desde el inicio de la pandemia y todas las implicaciones que tuvo para la economía global, es importante hacer una reflexión sobre la situación actual de la industria automotriz y los posibles escenarios a los que el sector se enfrentará en el transcurso de los siguientes meses.

Como todos sabemos, durante los primeros meses de la pandemia, en 2020, y a consecuencia de los encierros parciales y totales que se declararon en varios sectores, las ventas de automóviles cayeron estrepitosamente para luego recuperarse paulatinamente durante la segunda mitad del año y terminar con un fuerte repunte en la demanda para 2021 y 2022. Pero no todos los miembros de esta importante cadena de valor vivieron esta reactivación de igual manera.

 

En la proveeduría, los componentes más críticos durante estos tres años han sido los microcontroladores o chips automotrices. La escasez de estas pequeñas partes, a pesar de tener un costo bastante bajo, ha hecho parar líneas enteras de ensamble por días o incluso semanas.  Para 2023, el paro de líneas por escasez de chips parece que será menos frecuente a medida que se rebalancea la oferta con la demanda. Un reporte de AutoForecast Solutions (AFS) estima un impacto de alrededor de 3 millones de automóviles que no se podrán fabricar este año debido a la escasez de chips. Si bien es un número bastante alto, la misma AFS ha estimado que en 2021 se dejaron de producir alrededor de 10.5 millones de vehículos por el mismo problema.

Esta estimación podría ser menor en la medida que la industria de los semiconductores ponga en marcha nuevas plantas o líneas de producción. Sin embargo, se podría acelerar más con cambios importantes en el diseño de componentes automotrices: por su bajo costo, los chips de uso o aplicación específica son los más utilizados por las empresas automotrices. Un nuevo enfoque que haga uso de chips de uso general (que pueden ser programados después de haberse producido) podría incrementar la capacidad de las plantas, reasignando inventario a vehículos con mayor demanda.

En lo que respecta a la distribución, los últimos dos años han sido una de las épocas más rentables de la historia del negocio para muchos concesionarios. Una gran demanda de autos, combinada con una baja disponibilidad de inventario, ha impactado de manera positiva al negocio de la distribución: listas de espera, anticipos por apartado de coches y, muy importante, una menor necesidad de financiamiento de un inventario de automóviles en el piso de venta.

Esto podría cambiar durante 2023 ante una eventual normalización en la producción y una mayor presión de las marcas por ganar ventas, sobre todo en modelos destinados al mercado masivo. Hace poco, un distribuidor me comentó: “el primero que tenga inventario, gana el mercado”. Y efectivamente, en el sector de la distribución parece haber un gran dilema entre tener inventario suficiente para entregar rápido y las consideraciones de flujo y financiamiento del inventario que requiere el distribuidor.

Por último, 2023 pinta para ser un año importantísimo para la esperada, y ansiada por muchos, electrificación de los automóviles. Si los planes de las principales empresas del sector se terminan concretando, 2023 terminaría con poco más de 21 millones de autos eléctricos circulando por las calles, prácticamente el doble de lo registrado en 2021. Varios factores, sin embargo, podrían jugar en contra: la inestabilidad política derivada de la guerra Rusia-Ucrania y, sobre todo, la construcción de capacidades en la cadena de producción de baterías y su posterior reciclaje.

Todo indica que 2023 será un año crucial para este importante sector de la economía global, siempre y cuando los problemas estructurales de suministro logren resolverse y se normalice la situación del mercado.

Publicado originalmente por: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/arturo-orozco-leyva/perspectivas-de-la-industria-automotriz-en-2023

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