Si existen, aparentemente, yacimientos de litio que nos permiten pensar en un futuro para la electromovilidad, es necesario reflexionar sobre el ritmo de extracción del mineral y sus consecuencias.
(Expansión) – Para ser honestos, a nivel mundial sólo unos cuantos países y algunas ciudades cuentan con estándares y políticas claramente definidas para iniciar o continuar con el proceso de cambio de una movilidad impulsada por combustibles fósiles hacia una de cero emisiones. A simple vista, pareciera que hay poco entusiasmo al respecto.
Este desánimo puede tener su origen en que actualmente los retos y costos de este cambio son mucho más grandes de los que teníamos en mente. En mi opinión, hay algunos desafíos tanto para la industria automotriz como para las políticas públicas que nos ayudarían a entender esta situación. Entre estos temas, podemos mencionar: el mercado laboral, el tema de los insumos y la innovación tecnológica, y la infraestructura energética.
Con respecto al mercado laboral, existen diferentes puntos de vista sobre los efectos que tendrá este proceso de transformación sobre la industria automotriz. Pese a que los costos de producción y operativos de un auto no contaminante siguen bajando, para algunos especialistas el problema más grave que generaría esta transformación (y que deberíamos atender) será, por un lado, la pérdida de puestos de trabajo para los obreros actuales y, por otro, la falta de oferta de obreros altamente especializados. Por tal motivo, es importante que las universidades formen cada vez más rápido a especialistas para la industria de vehículos de baterías, híbridos o de hidrógeno; pero al mismo tiempo, es urgente pensar en planes de capacitación y/o reconversión de la fuerza laboral actualmente empleada.
Sobre los insumos y la innovación tecnológica. Si bien existen, aparentemente, grandes yacimientos de litio que nos permiten pensar en un futuro prometedor para la electromovilidad, es necesario reflexionar sobre el ritmo de extracción del mineral y sus consecuencias colaterales. Pensemos en la siguiente situación, según Benchmark Mineral Intelligence, la Unión Europea prohibirá la venta de vehículos de combustión interna (gasolina y diésel) para 2035, lo que significaría que la demanda de litio crezca cinco veces para 2030 (alcanzando 550,000 toneladas anuales), más del doble de lo que podrá producir la región. Salvo que aparezcan nuevas tecnologías para producir baterías, es posible que el mercado del litio sea deficitario en el futuro.
Además, los vehículos eléctricos (VE) de mayor tamaño que necesiten recorrer mayores distancias requerirán baterías más grandes. Esto también incrementaría la demanda y el precio del litio, que a su vez podría elevar el costo de producción de los vehículos. Por tal motivo, ingenieros y científicos deberán seguir trabajando para fabricar baterías más eficientes (que además usen otros materiales como níquel o cobalto) y centros de carga que las alimenten más rápidamente.
Ahora bien, ante un eventual aumento en la demanda del litio, algunas empresas automotrices ven la migración hacia la electromovilidad desde un enfoque más amplio. Ellas afirman que tal migración debe considerar también a los vehículos híbridos, los híbridos enchufables e incluso otras tecnologías como el hidrógeno y el etanol, y no pensar solo en los VE puros. De acuerdo con el jefe de fabricación de vehículos de Toyota, este enfoque tiene más sentido. De hecho, una mayor flota de vehículos híbridos tendría un mayor impacto positivo sobre las emisiones contaminantes y sobre el uso eficiente del litio, que una flota pequeña de vehículos de baterías.
Hablemos ahora de la infraestructura energética. Pese a que la venta de VE ha aumentado y algunos países, como México, se están convirtiendo en los centros de producción, poseer un auto de este tipo aún resulta ser costoso y poco práctico para muchos de nosotros. La razón, en parte, tiene que ver con la escasez de estaciones de carga. Por un lado, resulta ser muy oneroso instalar un dispositivo de carga en nuestro hogar y, por otro, no hay muchas estaciones de carga públicas. Según la AMIA, nuestro país cuenta con unos 1,146 puntos de carga a nivel nacional, mientras que solo en el estado de Nueva York hay alrededor de 9,000.
Un par de puntos adicionales por discutir serían los siguientes:
1) está el tema relacionado con la adquisición de un VE para sustituir un vehículo que usa combustibles fósiles. Si pensamos en el destino de este último, el cual seguramente se vendería en algún país de bajos ingresos, técnicamente estaríamos aumentando el número de vehículos y con ello las emisiones contaminantes. Por tanto, hay que trabajar en procesos que reconfiguren este tipo de motores para que sean híbridos o funcionen con hidrógeno. En este sentido, es mejor hablar de reconversión y no de sustitución y
2) si bien el mundo está priorizando la producción de vehículos ligeros y de transporte público cero emisiones, también es necesario fabricar camiones pesados, barcos y aviones. Este tipo de transporte es un gran generador de contaminantes.
Para concluir. Si bien México a comienzos del año presentó lo que parece ser una hoja de ruta para eliminar gradualmente los vehículos contaminantes, algunas ciudades de nuestro país cuentan, desde hace varios años, con políticas públicas que incentivan la compra de vehículos no contaminantes, así como con programas para sustituir su transporte público. En el caso del sector privado, existen empresas que hacen esfuerzos para operar con una flota vehicular que no use combustibles fósiles.
Nota del editor: Roberto Ballinez es Director Ejecutivo Senior de Finanzas Públicas e Infraestructura de la calificadora HR Ratings. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
Publicado originalmente por: https://expansion.mx/opinion/2023/04/27/el-camino-hacia-la-movilidad-de-cero-emisiones-no-sera-en-linea-recta
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