Las inversiones que se requieren son muy fuertes y dicha normativa solo permite la explotación de tierras raras al gobierno, notoriamente escaso de recursos para hacerlo.
Somos un país con tierras raras. No hablamos de tierras extrañas, diferentes o no exploradas. Tampoco de estas tierras que han sido y son escenario de episodios surrealistas, absurdos y angustiantes que dieron lugar a la celebrada frase “si Kafka hubiera nacido en México sería un autor costumbrista” atribuida -de acuerdo con el privilegiado testimonio de don Gabriel Zaid– a Alejandro Palma Argüelles, director del Canal 13 al inicio del gobierno de José López Portillo y quien, por cierto, desapareciera misteriosamente según una ficha de búsqueda datada en 2015.
Las tierras raras a las que aquí nos referimos en esta columna no son las kafkianas, sino las constituidas por diecisiete elementos químicos, hoy de altísima y estratégica demanda por ser esenciales para el desarrollo de aplicaciones tecnológicas y electrónicas (incluidas las de transmisión de datos e inteligencia artificial, así como de equipos médicos y de la industria aeroespacial, generadores eólicos, vehículos eléctricos e híbridos, teléfonos celulares, superconductores, televisores a color, lámparas fluorescentes y cristales, reactores nucleares, activadores de sustancias fosforescentes, altavoces y auriculares, dinamos de bicicletas, frenos de carretes de pesca, motores de imanes permanentes y los usados en trenes de levitación magnética, diodos emisores de luz (LED) y un sinfín de usos).
Así escandio, itrio, praseodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, lantano, cerio, neodimio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio son como el oro de antaño. La fiebre por descubrirlos y explotarlos está hoy en su gradación más alta.
El peso estratégico de estos materiales se ha dejado sentir en el contexto de la guerra comercial que escala cada día.
Una de las represalias de China por los aranceles de más de 200 por ciento que aplicará a sus exportaciones Estados Unidos, fue suspenderles la venta de las tierras raras. El gobierno de Trump entró en pánico, aunque no lo reconozca abiertamente y se abrió a una eventual negociación con Beijing.
Y es que China ocupa el primer lugar en la producción de minerales y aleaciones de tierras raras con 97% del total mundial y esa gran dependencia que incluso acepta Washington, lo ha llevado a la búsqueda de yacimientos. Se sabe, por cierto, que en Groenlandia abundan, de ahí la intención de arrebatarle a Dinamarca el control de la enorme isla.
México tiene importantes yacimientos de tierras raras y de hecho se ha posicionado como actor clave en su producción. El Servicio Geológico Mexicano estima que hay más de 1.7 millones de toneladas de reservas, con yacimientos significativos en Sonora y en otros estados como Oaxaca, Hidalgo, Coahuila, Durango y Sinaloa, donde se han mostrado concentraciones prometedoras de estos metales.
El país está frente a una oportunidad estratégica, en esta coyuntura: la de lograr una sólida producción de tierras raras, ya sea para exportar y/o para satisfacer nuestras necesidades internas, sin perder de vista un obstáculo que tendría que suavizarse: nuestra ley minera.
Las inversiones que se requieren son muy fuertes y dicha normativa solo permite la explotación de tierras raras al gobierno, notoriamente escaso de recursos para hacerlo por sí solo.
Acaso sea necesario un ajuste legal que facilite y atraiga la inversión privada. De otra manera, estaremos desaprovechando una oportunidad histórica más.
Publicado originalmente por: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/raul-rodriguez-cortes/las-tierras-raras-oportunidad-estrategica-para-mexico/
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